En el mundo del body piercing, hubo un tiempo en que no existía ningún libro didáctico en castellano que sirviera como guía real para aprender el oficio. Todo era conocimiento transmitido entre colegas, catálogos impresos, experiencia y mucha prueba-error. Pero en 2014, eso cambió. Esta es la historia de Body Tool, el primer manual ilustrado y técnico de perforación corporal en castellano. Un proyecto nacido desde la práctica, nutrido por la pasión, y convertido en herramienta formativa para toda una generación de profesionales.
¿Quién me iba a decir a mí que terminaría escribiendo un libro sobre lo que más me apasiona?
Recuerdo aquellos primeros pedidos de joyería que recibía en casa. Después, los llevaba con cuidado al Studio, pero primero los “tiraba” sobre la cama y pasaba casi dos horas mirando cada pieza, una a una, como si cada una tuviera un secreto oculto. Cada barra, cada aro, cada detalle tenía para mí una historia, una esencia que quería absorber.
Ya había en casa un viejo calibre de la caja de herramientas de mi padre, y en mi adolescencia, cuando estudiaba automoción, había aprendido a usar otro calibre para medir tuercas y piezas metálicas. Medir con decimales y números enteros se me daba bien, casi sin esfuerzo. Pero lo que realmente me fascinaba era entender por qué esas piezas tenían esas medidas específicas, esos saltos que parecían invisibles para otros, pero que para mí tenían todo el sentido del mundo.
Revisaba una y otra vez los catálogos de las empresas de piercing, elegía con cuidado lo que necesitaba y alguna pieza extravagante para el expositor, pero lo que más me llenaba era tener la pieza en la mano, un calibre en la otra, y confirmar que lo que había pedido era justo lo que recibía. Era un momento íntimo, un ritual de conexión con lo que iba a ser mi vida y mi sustento.
Era 1999. Los catálogos de joyería eran folletos pequeños, apenas de 10 o 12 páginas. Pero dentro de esas pocas hojas había un universo por descubrir: barbell, labret, bananas, bananas de ombligo, circular barbell, BCR, closures, segmentados, cobra coils, espirales, túneles, dilataciones… Cada pieza con sus medidas, sus grosores, sus larguras… Un mundo complejo, lleno de detalles que para muchos podrían ser confusos, pero para mí eran el desafío perfecto.
Agunos artículos se fabricaban en 1.2 mm y 1.6 mm, otros solo en uno de esos grosores, y ciertos aros alcanzaban hasta 8 o 10 milímetros de grosor. En cuanto a las larguras, unos se medían en pares, otros en incrementos de un milímetro, algunos de dos en dos milímetros, y había piezas que solo tenían tres medidas de diámetro… ¡Un lío tremendo! Pero, ¿sabes qué? ¡Eso solo hacía que el reto fuera aún más apasionante!
Me enfrentaba a ese “lío” con entusiasmo, porque cada medida, cada combinación, era un paso más hacia ese sueño que sin saberlo empezaba a tomar forma. Y así, poco a poco, me fui sumergiendo en un camino apasionante que todavía hoy me llena de orgullo y emoción.
El arte de entender lo que el cliente quiere (aunque aún no sepa cómo pedirlo)
—Hola, buenos días… Quisiera hacerme el nostril y, si puede ser, colocar un arito. Mejor este —me dijo señalando una joya—, el que tiene la bolita en el medio y parece pequeñito. Así escondo la bola dentro de la nariz y solo se ve el aro.
¡Toma! Un BCR de 1.2 x 7 mm. Buena elección. Por aquel entonces, el siguiente diámetro disponible era de 10 mm, así que esta medida era ideal para quienes querían algo discreto. Como profesional, le propuse una opción aún más sutil pero mas dificultosa: un closure ring, una versión sin bola, con una pequeña barra a presión. Estéticamente, logra exactamente lo que ella buscaba: un aro limpio, sin elementos visibles. También existían la posibilidad de un segment ring, pero su precio por aquel entonces era muy elevado.
Enseguida preparé el material: tubo receptor, aguja de catéter, tijeras, abridor de aros y todos los desechables, bien organizados en la mesa de trabajo. Otra joya ya esterilizada. Toca el marcaje, un paso clave para lograr una perforación bien colocada. Luego la aguja, precisa, rápida, limpia. Y por fin, colocar el aro y luego aprisionar su barra, cuidando que no se caiga y que ajuste bien, finalmente observando el resultado de quedar ni demasiado ajustado ni colgando.
Perfecto. El aro encajó justo como debía: discreto, estético, cómodo. La clienta sonrió. Yo también. Porque cuando se cumple lo que la persona imaginaba, incluso sin saber cómo explicarlo del todo, se nota. Y eso, para mí, es parte del arte de este trabajo.
#Closure / Aro con barra a presión
#Abridor de aros / Herramienta para colocar la barra del Closure o la bola en el BCR
Pensar más allá de la propia perforación
Colocar bien un closure en un nostril es solo una parte del trabajo. Lo verdaderamente importante empieza mucho antes, cuando alguien te dice que quiere un piercing… y tú ya estás visualizando cómo se verá dentro de dos meses, no solo cómo va a salir hoy del estudio.
Por ejemplo, llega una persona y quiere un piercing en el labio. Pero no uno cualquiera. Su idea es llevar un aro, quizá de 10 mm de diámetro. ¿Y entonces qué hago? ¿Lo perforo con 1.2 mm o con 1.6 mm? Porque claro, reviso el catálogo y veo que ese modelo de aro solo lo fabrican en estas combinaciones:
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1.2 x 7
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1.2 x 10
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1.6 x 8
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1.6 x 10
Vale, tenemos opciones en ambos grosores. Así que opto por perforar con un labret de 1.6 mm y dejar espacio suficiente para la inflamación: 10, 11 o 12 mm de largo, dependiendo del caso. Después de unas semanas y del cambio de joya pertinente —en total, unos dos meses—, la persona vuelve y ya está lista para colocarse el aro que tanto quería desde el principio.
Pero no fue una cuestión de suerte. Fue una decisión pensada, anticipada. Tuve en cuenta el diámetro del futuro aro y por eso la perforación no se hizo a menos de 10 mm del labio inferior. Todo fue previsto desde el primer momento, combinando la zona anatómica con la disponibilidad real de la joyería en el mercado. Ese es el tipo de detalle que marca la diferencia entre simplemente perforar… y hacer un buen trabajo.
No era complicado. Solo se trataba de conocer bien lo que ofrecían las casas comerciales en aquel entonces, y saber escuchar el gusto del cliente para resolver cualquier petición con criterio. Muchas veces alguien venía con una pieza en mente que no era la adecuada para la zona a perforar, y ahí entraba mi papel: orientar, proponer, encontrar un punto medio entre lo deseado y lo técnicamente viable.
Con los años, esa dedicación genera confianza. Y cuando la confianza se gana, llega también el momento de dar el siguiente paso: perforaciones más íntimas, como las genitales. La gente vuelve, o viene recomendada por quien ya pasó por tus manos. Porque, en este oficio, la mejor publicidad siempre será el trabajo bien hecho.
#Página de catálogo / Descripciones de las piezas
De microdermales, aprendizajes y la necesidad de compartir lo aprendido
Sobre el año 2004, algo empezó a cambiar. Por fin se empezaban a ver más microdermales y superficiales en la calle. No eran aún masivos, pero sí frecuentes entre quienes buscaban algo diferente. Allá por 2006 o 2007, algunos estudios más adelantados ya los ofrecían, y las casas comerciales empezaban a incluir ese tipo de joyería en sus catálogos. Técnicamente, ya conocíamos la técnica. Solo quedaba perfeccionar las maniobras, las angulaciones, la posición exacta… Y claro, responder a una demanda que no paraba de crecer. A día de hoy, ese tipo de perforaciones todavía tiene su lugar y siguen realizándose con frecuencia.
Unos años después, en 2009, tuve una visita muy especial en el estudio. Una clienta que ya la había perforado varias veces, siempre mayor de edad y acompañada a veces por su madre, vino esta vez con una consulta distinta:
—Quiero aprender a hacer piercings. ¿Dónde enseñan? ¿En qué academia podría formarme?
En aquel momento, la única opción era viajar a Barcelona. Allí, en una distribuidora especializada, se podía hacer un curso de iniciación de entre 7 y 10 días. Pero ella era de mi ciudad, como yo. Así que, en vez de mandarla lejos, propuse algo distinto: preparar su formación aquí, conmigo cerca, para guiarla, orientarla y resolver sus dudas cuando comenzara a trabajar con clientes reales.
Ella no tenía prisa y ese fue el momento. Pude tomarme el tiempo necesario para estructurar todo lo que había acumulado durante más de una década: apuntes, manuales, esquemas, catálogos, seminarios, descargas de responsabilidad, estudios técnicos… Todo lo que había escrito, estudiado o experimentado lo fui ordenando. Y de ahí nació un temario. Un dosier completo. Una enseñanza basada no solo en teoría, sino en la práctica real de diez años de oficio.
Ese fue el inicio de una nueva etapa para mí. Porque enseñar no es repetir lo que uno sabe, sino organizarlo, filtrarlo y encontrar la mejor forma de compartirlo. Y eso, créeme, te obliga a comprender tu trabajo de una manera mucho más profunda.
#Portada del dosier del curso básico
Del primer dosier a un libro de 288 páginas: así nació Body Tool
Para mí también era algo completamente nuevo: tener una alumna. Había pasado años tratando con clientes, resolviendo sus dudas, ejecutando perforaciones… pero nunca me había puesto en el papel de enseñar a otra persona todo lo que hay detrás de este oficio.
Y hay mucho más de lo que parece: higiene, esterilización, requisitos del estudio, normativa legal, tipos de piel, herramientas, joyería, técnicas de marcaje, y por supuesto, las técnicas de perforación en sí. Durante dos semanas, desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la tarde —y muchas tardes adicionales—, ella estuvo a mi lado, observando cómo trabajaba con cada cita agendada. Al terminar la teoría, empezó con las prácticas: modelos reales, amigos, familiares… incluso algún cliente mío confió en ella para su perforación.
Después de esa experiencia inicial, decidí formalizar el proceso. Organicé cursos intensivos de una semana a jornada completa, con prácticas reales el último día. El dosier que había creado, con apuntes y contenidos que resumían mis 10 años de experiencia, empezó a circular entre mis alumnos. Durante un par de años funcionó bien. Pero pronto me di cuenta de que se quedaba corto: las explicaciones podían mejorar, el contenido debía ampliarse.
Así nació la idea de crear un temario más completo, más didáctico. Y con ella, la pregunta inevitable:
¿Y si hiciera un libro… ilustrado, claro, pedagógico, en castellano?
En ese momento, hacia 2011, no existía nada parecido. Había fanzines con fotos, revistas del sector, artículos sueltos… pero ningún libro como tal, en nuestro idioma, que pudiera tomarse en serio como guía formativa en body piercing. El mayor reto no era el contenido, era económico. No podía costear la tirada inicial de 500 ejemplares que me presupuestaron.
Y entonces apareció Luis Tsuai —dueño de Wildcat en Barcelona—, que en paz descanse. Le conté mi proyecto. No tenía título, ni diseño, solo la convicción de que hacía falta. Luis no solo lo entendió, lo apoyó económicamente y además respaldó el libro con su marca. Yo también puse mi parte, ahorrando lo que podía. No quise ir por editorial, ni ofrecerlo en formato digital, ni permitir descargas online. Quería un libro de verdad, en papel, sólido y real.
En 2014, Body Tool vio la luz: 288 páginas. El primer libro ilustrado, técnico y didáctico de perforación corporal en castellano.
Ese mismo año me lo llevé a México. Fui a Durango a impartir un seminario de piercing avanzado para 10 alumnos, y también a colaborar con Emilio González poniendo ganchos en la Tattoo Expo. Gracias a Neno y a Diego, pude dejar unos 40 ejemplares en la ciudad para su distribución en Latinoamérica.
#Primera edición 2014
Body Tool 2.0: lo que nace del compromiso con hacer las cosas bien
Ocho años después de aquella primera edición, Body Tool se había agotado. Me quedaba solo un ejemplar: el primero que saqué de las cajas el día que llegaron de imprenta. Era el mío. Mi copia. La que conservo con orgullo y cuidado. Pero ya no tenía libros para entregar en mis cursos, ni ejemplares para nuevos alumnos. Y, sinceramente, en su momento no pensé que llegaría a necesitar una nueva tirada.
Quiero hacer una mención especial —y de corazón— a quienes me apoyaron con la distribución en esos primeros años: Wildcat, Black Steel, Akira, Pro-Arts, Amazing, y la librería Freak Books de Barcelona. Gracias a ellos, Body Tool llegó a muchos más lugares de los que yo hubiera imaginado.
Fue a ellos a quienes, más adelante, les envié una nueva propuesta: reeditar el libro. Pero no solo reeditarlo… hacerlo mejor. Ya no se trataba de repetir una tirada de 500 ejemplares. Había pasado tiempo, el sector había evolucionado, yo también. Y ahora quería crear una versión ampliada, corregida, visualmente más potente y pedagógicamente más completa.
Para el año 2022 ya dominaba herramientas de diseño gráfico, maquetación y retoque fotográfico. La informática siempre fue una pasión paralela en mi vida y ahora se convertía en una aliada clave. Tenía todo: los textos revisados por Eider Alonso, las fotos, el material… y también, muchas ideas que se habían quedado fuera en la primera edición. Además, en ocho años, había aprendido más, perfeccionado técnicas, y el propio oficio había cambiado. Era hora de reflejarlo.
Así que, como siempre, con paciencia, empeño y perseverancia… en 2024 llevé a imprenta el nuevo PDF.
Nació Body Tool 2.0: 488 páginas. Más contenido, más calidad, más herramientas para aprender, enseñar y respetar el arte de la perforación corporal.
#Segunda edición 2024
Si quieres adquirir un ejemplar, aquí puedes adquirirlo:
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